Economía creativa y más de lo mismo

Es ésta una crisis sin precedentes por lo larga y malévola que está resultando. O quizá sí, sí hay precedentes de los que, al menos por ahora, huye el pensamiento frío y teutón porque resulta que las soluciones ideadas ahora por quien tiene la sartén por el mango son precisamente contrarias al espíritu que permitió salir del atolladero a toda una generación deprimida en la primera mitad del siglo pasado. Ahora, que presumimos de modernos y las técnicas de control y manipulación se han sofisticado hasta niveles impensables entonces, se apuesta por la economía creativa. Es el nuevo mantra para salir de la crisis. Por fin algo creativo, ya era hora. Pero, ¿en qué consiste? Bien, acabo de escuchar algunos ejemplos para la acción: trabajar más horas al día y más días al año, cobrar menos (los salarios, ese lastre para el beneficio empresarial…) y, sobre todo, no protestar. El director de Ford pone como contrapunto a Japón, paraíso de cualquier empresario que, incomprensiblemente, está sumido en la recesión económica desde hace 12 años. Todo son deberes para los trabajadores, mientras nada se oye sobre innovar, reinvertir, arriesgar, ser eficaces en la gestión, no despilfarrar. Con este panorama, la salida de la crisis está garantizada y, si no se produce, la culpa será, cómo no, del trabajador o del parado, ese otro gasto. Esta economía creativa, sin embargo, recuerda bastante a un pasado no tan lejano, de empresas paternalistas que tutelaban desde el despacho de dirección las vidas de sus trabajadores-esclavos, sin derechos ni pretensiones más allá de pasar desapercibidos, no fuera a ser que se presentara la Guardia Civil.

Tampoco faltan los rasgos xenófobos y racistas de aquellos tiempos oscuros en esta cazuela hirviente de la crisis. El raca-raca que no cesa, como una gota malaya sobre nuestras cabezas. En medio de todo ello, me han producido ternura las palabras de George Clooney, que presumo irónicas por obvias. «Me sorprende lo tontos que son los políticos». A mí también, George, a mí también…