La pobreza y su efecto viral

El conseller de Economía de Catalunya, Andreu Mas-Colell, ha anunciado unos presupuestos «de subsistencia» por la drástica caída de la recaudación. Sin ingresos, tampoco hay dinero para los servicios que se prestan, ese es el argumento. Los primeros afectados, los funcionarios. En definitiva, cae la recaudación vía impuestos y tasas y, por lo tanto, serán necesarios nuevos recortes, que no son tan nuevos: son los de siempre, pero ahondando más en la herida. Los recortes deberían ser el último recurso, pero es más fácil agarrarse a un clavo ardiendo en lugar de aprender a nadar. Hoy por hoy, parecen ser, a falta de imaginación y de ganas, el primer (y único) recurso al que se está echando mano: es lo fácil y rápido y la falta de miras hace imposible ver ni tener en cuenta sus efectos. Lo valiente aquí debería ser luchar contra un fraude-lastre que nos coloca entre los primeros puestos de los países industrializados entre los que todavía nos encontramos y en estudiar los gastos superfluos y ponerles coto, un coto que prohibiera adentrarse en el terreno de los derechos sociales y laborales.

Protesta contra la privatización de la Sanidad, ayer en Madrid

Lo valiente, por poner un ejemplo tan rápido y fácil como recortar lo primero que se pilla, sería poner en práctica algunas medidas que harían menos bienestante la vida de los señores diputados y diputadas. Una medida extrapolable a cualquier administración, independientemente del espacio físico e ideológico que ocupen: sin tantos coches oficiales, dietas por manutención, por desplazamiento, por estancia, pluriempleo en comisiones, escaños, cargos públicos compatibles legalmente pero no éticamente… Y así un largo etcétera. Estas facilidades, además de costar dinero necesario para lo importante, hacen olvidar a los políticos que los elegimos nosotros para servirnos y representarnos y su eliminación les impediría mutar a nuevos ricos al tomar posesión del cargo. Los recortes previstos por la Generalitat se centrarán básicamente en los salarios. Y esa disminución de ingresos de los funcionarios repercutirá a su vez en el consumo, con lo que los comercios, cafeterías, concesionarios, prestadores de servicios, fabricantes o distribuidores, al ver reducidos sus ingresos, también recortarán su consumo en otras tantas actividades y la recaudación será todavía menor, en lo que supone un perverso efecto viral de la pobreza. Y es que nuestros economistas y políticos, tan profusamente asesorados, deberían saber lo que sabe cualquier niño de seis años: que dos más dos son cuatro y que dos menos dos da como resultado cero, el mismo que muchos merecen. El recorte empequeñece, embrutece, arrebata la esencia hasta convertir la cosa en una mera sombra de lo que fue o en otra diferente sin nada que ver.