Tal día como hoy

Tal día como hoy, hace un año, se abrieron las puertas del infierno en Haití. En este tiempo no nos hemos olvidado, pero nuestra memoria no ha calado en los huesos de la llamada comunidad internacional ni se ha transformado en la energía suficiente para arreglar las cosas. La catástrofe humanitaria colectiva que enterró el país entre escombros (sólo se han recogido el 5%) se desintegra cada día en millones de partículas de tragedia individual que recorren los arroyos putrefactos de los campos de desplazados. La vida allí es supervivencia y ni eso. Las buenas intenciones no han estado acompañadas de voluntad política ni de la importante, la económica. La recogida de escombros se concedió a una empresa privada, pero la mayoría de la población carece de recursos para pagar la retirada. Monsanto también ha llegado a la isla para ofrecer sus semillas transgénicas a los campesinos haitianos. De aceptar el ofrecimiento, el año próximo deberán adquirir nuevas semillas a la multinacional (ya que las transgénicas no se reproducen) y más pesticidas. Haití es ya un país tan pobre que, por no tener, no tiene ni árboles.
La falta de coordinación y la corrupción son también violencia, casi tanto o más nefasta que la natural, por sibilinas y constantes. Y la violencia engendra violencia y nuevas y viejas víctimas que aún no han cicatrizado sus heridas ya ven abrirse otras. Las puertas del infierno todavía no se han cerrado en Haití.