Pura química

Los discursos incendiarios, vengan de donde vengan, enardecen las pasiones y soliviantan los espíritus impresionables. A la larga, de tan repetidos (una característica intrínseca de este tipo de mensaje), provocan miedo y éste, reacciones indiscriminadas. Un joven de Tucson  irrumpió ayer en un mítin de una congresista demócrata matando a seis personas, una reacción «inestable», y como todas imprevisible, a los mensajes alarmistas que viene lanzando la derecha más retrógrada hace un buen tiempo. Los seres humanos somos pura química, presente en cada sentimiento y reacción. Pero la ciencia no ha avanzado lo suficiente: los experimentos no siempre acaban con el resultado esperado y las sustancias en principio inocuas de que estamos compuestos pueden crear dicha reacción «inestable», generalmente violenta si se agita convenientemente. La violencia verbal desata violencia física. Acción-reacción. Pura química.

Cada vez más individualistas y encerrados en nosotros mismos, la fuerza expansiva de la reacción se concentra, encerrada como queda en un habitáculo tan pequeño, y acaba en explosión. Las explosiones, como las minas antipersona, siempre son indiscriminadas. Esto, trasladado a Arizona, se traduce en liarse a tiros contra todo lo que se mueva. El episodio de Arizona, un estado fronterizo que ha sufrido con rigor la crisis económica, no es más que un remake entre western crepuscular al más puro estilo de Hollywood y una escena de película de psicópata solitario creado por la sociedad. Dos modelos que se dan de la mano cuando el forajido obligado por una injusticia a ser un fuera de la ley busca venganza.

Aquí, donde tener un arma es delito, podemos estar tranquilos porque algo así nunca ocurriría. Sin embargo, el mensaje alarmante que llega es el mismo y estamos compuestos de los mismos elementos. La crisis, elevada a justificación para el insulto y las ideas reaccionarias por parte de un populismo barato, nos iguala. La diferencia es que aquí contra las penas, puñaladas.