Tiempo

Ha amanecido hoy, primer día laborable de 2011. Es como si fuera ayer, como si fuera cualquier otro día del año pasado, o de siempre. Compartimentamos el tiempo para entenderlo, gestionarlo, organizarlo, ordenarlo y, en definitiva, ocuparlo y que nos lo ocupen. Sería más lógico y entraría dentro de un orden más natural organizar ese continuo fluir por fases lunares que influyen en nuestros propósitos que nacen y crecen dentro de nuestra cabeza, tan vulnerable a agentes externos. Y también porque el tiempo sigue su camino sin interrupciones, inexorable y no atiende a horas, minutos ni segundos. Pero el reloj mecánico divide el tiempo en porciones digeribles fáciles y rápidas de llenar gracias a complejos engranajes que nada tienen que ver con nosotros y no dan tregua al error. Y nos deshumanizan. Vivimos pendientes del reloj y somos como robots luchando por mantener vivo un pequeño jardín interior que no entiende de automatismos. Yo tengo la casa llena de relojes que me recuerdan que llego tarde.

Por eso, cuando oigo que en este año, en estos 362 días que quedan para que acabe, se va a producir una ligera creación de empleo o que va a ser un año más duro, no puedo evitar pensar que todo continúa igual y que hemos puesto el cronómetro a esta nueva porción de tiempo pero en realidad seguimos el camino marcado desde hace tiempo. Y busco en la Real Academia Española ligera, creación y empleo para encontrar alguna clave secreta que me ilumine y me lleve a nuevas pistas. Pero no me sirve. No deben estar hablando de forma literal, sino en sentido figurado. No debería buscar respuestas estancas. Debería dejar que fluyan las palabras hasta desprenderse de su significado individual para encontrar un sentido. No debería intentar compartimentar. Sería más natural y no me ahogaría al subir a la cima para, desde allí, deslizarme por una nueva porción de tiempo.