La foto

Campaña en Haití (Foto: Efe)

Preferiría que hoy Zapatero no se reuniera con los 37 responsables de las compañías más importantes del país para confeccionar con esta foto su postal de Navidad y enviársela a los mercados. Preferiría que, en su lugar, hubiera elegido a los dueños de más de un millón de pequeñas y medianas empresas (pymes), que son las que dan trabajo a la mayor parte de la población (la que todavía queda ocupada) y las que están sufriendo en primera persona el corte en seco del crédito bancario. Con ellas, el presidente pasaría más desapercibido, pero dispondría de una idea más cercana a la realidad de lo que hay que hacer que con estos 37 grandes empresarios que poco o nada saben de crisis ni de recortes que no sean ajenos.

Preferiría también, hoy sábado, no tener 24 horas enteras para reflexionar sobre las elecciones catalanas de mañana domingo. Cinco minutos serían suficientes para decidir hacer las maletas y volar a otras costas más amables. Pero no reflexionaré para no renunciar a mi derecho, aunque sea a un voto estéril y a lo loco: no estamos como para renunciar frívolamente a los pocos derechos que van quedando.

Preferiría que Haití, que también vota mañana pero en condiciones insanas, dejara de lado en las portadas a la foto de Zapatero y al balance de una campaña electoral aciaga en exabruptos, más patentes esta vez porque nunca como hasta ahora los políticos han estado tan alejados de la sociedad que pretenden dirigir y representar. Preferiría que los haitianos pudieran elegir verdaderamente su futuro y que ni el cólera, ni el desorden, ni el fraude decapitaran una joven democracia que muere de inanición. Y que los candidatos no hubieran malbaratado el dinero de una ayuda que todavía no ha llegado en una campaña electoral, sedientos de poder como sus habitantes lo están de agua potable y con el fantasma de la violencia serpenteando entre los escombros.